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Esta colección fue donada a la Biblioteca Mayor UNC por el Doctor Enrique Ferrer Vieyra, un destacado exalumno de la Universidad, y se encuentra exhibida en el Museo.
Contiene ejemplares de ediciones incunables, post-incunables, además de libros impresos por grandes casas editoriales europeas -como aquellas surgidas por el impulso de las familias Elzevier, Plantin, Estienne, Manunzio, entre otras-.
Estos libros son un testimonio concreto del clima de época en la que el libro como objeto comenzaba a expandirse y cruzar fronteras. A través de estos objetos, la colección posibilita un acercamiento a la historia del libro impreso y los cambios que cada uno de estos grupos fueron incorporando para la conformación del libro tal como lo conocemos hoy.
5 – A. Antifonario
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Un antifonario es un libro que contiene el texto que leían los miembros del coro durante la liturgia católica. La palabra “antifonario” deriva de un vocablo griego que se traduce como “el que responde”.
Contiene las antífonas que son los pasajes de la Sagrada Escritura cantados antes o después de los salmos. Podemos encontrar una referencia a este tipo de música en los cantos gregorianos, de los cuales las antífonas forman un género particular.
Este antifonario fue realizado a comienzos del siglo XVII y perteneció al Monasterio Santa María La Real de Nájera, ubicado en la actual Comunidad Autónoma de La Rioja, España. Corresponde a las festividades que ocurren entre el 24 de junio hasta fin de agosto, como leemos en su portada.
5 – B. Incunables
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Esta colección cuenta con 22 incunables.
La palabra incunable viene del latín «incunabulum», que significa el libro en su cuna. Son las primeras producciones impresas entre 1440 y 1501, con caracteres móviles fundidos de metal. Estos impresos, que en el castellano de la época se denominaban «libros de molde» para diferenciarlos eran en realidad muy parecidos a los manuscritos.
¿Cómo los reconocemos?
– Se imprimían imitando los manuscritos.
– Los tipos de letra eran variados: gótico, cursiva y romana. En obras de contenido teológico, jurídico y vulgar prevalecía el gótico, y el tipo romano en los textos humanistas y de autores clásicos.
– Presentaban numerosas abreviaturas.
– Para separar los capítulos y párrafos que estaban unidos y sin sangría, se hacían marcas de color llamadas calderones.
– El punto se reemplazaba con un cuadradito, una estrella o un asterisco.
– Las letras capitales eran dejadas en blanco por el impresor, para ser dibujadas e iluminadas luego por un artista.
– Las obras no tenían portada, comenzaban con la palabra latina incipit (del latín empieza).
– Al final del libro, en el colofón, se presentaban los datos del impresor y del lugar y fecha de impresión, como en los manuscritos “Explicit liber qui dicitur…” (del latín está desarrollado el libro que dice…) En ocasiones el colofón iba acompañado de una marca tipográfica, diseño que representaba al impresor.
5 – C. Elzevirianos
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Esta colección cuenta con 50 libros elzevirianos.
La familia Elzevir fundó su casa editorial en el norte de los Países Bajos (Holanda) en el siglo XVI. Su influencia se extendió hacia distintos lugares de Europa tanto por las incorporaciones técnicas que realizaron a los libros, como por los contenidos que decidían imprimir.
La producción de los Elzevir consistía en una amplia variedad de trabajos de teología, filosofía y política, derecho y medicina, teatro francés y literatura, así como una serie de destacados diccionarios. La reedición de los clásicos como Virgilio, Séneca, Plinio, César, Cicerón, frecuentemente con anotaciones de eruditos de la época, fueron un éxito de ventas, que les permitió publicar trabajos de autores más de su época como Erasmo, Descartes, Galileo o Grocio. Incluso pudieron asumir publicaciones más riesgosas como los trabajos filosóficos de Thomas Hobbes.
Eran libros de tamaño muy pequeño, con una presentación cuidada. Estaban pensados para determinados hábitos de lectura que empezaban a conformarse en las sociedades modernas.